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Psicólogo de cabecera


Si tuviera un psicólogo de cabecera, le haría una visita cuando me encontrara mal, cuando me notara inestable, cuando discutiera más de lo normal con mi pareja, cuando mi hija empezara con rabietas, cuando sufriera alguna pérdida importante, cuando estuviera estresada con el curro, cuando empezara la oposición, cuando notara cierta ansiedad, cuando me encontrara mal conmigo misma.


Iría para preguntarle si lo que me pasa es normal, para que me guiara y diera alguna pauta, y para que me mandara a hacer terapia con el especialista si lo viera necesario.

Si tuviera un psicólogo de cabecera, no esperaría a estar al límite para pedir ayuda profesional, sino que podría hacerme un chequeo emocional cuando quisiera.

Si tuviera un psicólogo de cabecera, entendería mejor la importancia de la salud mental y la cuidaría más.

Cómo molaría, ¿verdad? De mayor quiero ser psicóloga de cabecera.