Si me dedico a reivindicar constantemente, cuando me relaciono con otros, llegará un momento en que me dejen de escuchar.
La amiga que se enfada cada dos por tres, el novio que se molesta fácilmente, el padre que repite tooodos los días al niño las mil tareas que ha de hacer, la jefa que siempre encuentra un “pero” en el trabajo ajeno. ¡La leche 🥛! ¡Qué agobio!.
Es importante expresar nuestras opiniones, pero más importante es llegar al otro. Si no, ¿qué sentido tiene?
Para eso, una de las claves es: saber elegir qué batallas luchar y cuáles no. Hay batallas que no merecen la pena.
Como cuando jugamos a las cartas y te toca el comodín. Habrás de saber muy bien cómo y cuándo usarlo. Si pierdes la oportunidad en una jugada tonta, no lo tendrás para la importante.
Si metes demasiada caña, corres el riesgo de que dejen de tomarse en serio tu criterio.