Sí, yo también recreo conversaciones en mi cabeza. De diálogos que me gustaría tener, o que ya he tenido pero no fueron como esperaba, de discusiones imaginarias, o de cosas que nunca me he atrevido a decir. Además, en mi mente todo queda estupendo, me envalentono y digo lo que deseo decir de la forma exacta. Es maravilloso. La realidad es diferente. Las conversaciones salen como salen. La tensión, los miedos, la inseguridad... Son elementos que nos bloquean a la hora de mantener una conversación importante, ya sea una discusión o no. Acabo diciendo cosas que no había pensado y olvido quizá información importante. En cualquier caso, las conversaciones siempre van acompañadas de ese punto de espontaneidad que...
Somos mayorcitos para saber que eso de “todo va a ir bien” no es cierto. A veces las cosas salen como deseamos, otras no. No pasa nada, estamos preparados para asimilar la dificultades y tenemos un maravilloso instinto de supervivencia que genera una tendencia a salir adelante. ¿Y si me ha dejado de querer? ¿Y si me despiden? ¿Y si no va bien? ¿Y si le pasa algo malo? ¿Y si enfermo? ¿Y si esto se acaba? Anticipar problemas no nos prepara, sino que nos agota y hace que estemos más cansados cuando llegan los conflictos reales. Por eso merece la pena centrarnos en el hoy, en lo real. Sabiendo que si los problemas vienen solos no hace...
De buena/o es tonta/o. Eso decimos muchas veces, pero la bondad no tiene nada que ver con la vulnerabilidad. Todo lo contrario. La bondad es la inclinación a hacer el bien, entendiendo “el bien” como aquello que enriquece, que aporta, que hace crecer. Por eso, cuando actuamos con bondad dejamos a un lado el orgullo y el egoísmo para dar paso al amor, propio y ajeno. La bondad nos lleva a desprendernos, a ceder, a compartir, a disculparnos, a dar. Pero también nos lleva a ser sinceros, a poner límites cuando sean necesarios, a enfrentar con calma los conflictos sin mirar hacia otro lado. Actuar con bondad no significa actuar con sumisión, ni con falta de...
A veces lo urgente le quita el sitio a lo importante, lo eclipsa. Cuando leo el cuento de mi hijo rápido porque me esperan para cenar. Cuando tengo que atender una llamada de trabajo en una situación familiar. Cuando no me acuesto con mi pareja porque al día siguiente madrugo y se ha hecho tarde. Cuando la conversación con una amiga se queda a mitad porque me reclama un compromiso. Cuando aprovecho la hora de la siesta para poner una lavadora en vez de descansar un rato. Cuando contesto emails de trabajo en la cama en vez de leer. Cuando me pongo a recoger y me pierdo las conversaciones de sobremesa. Cuando me instalo en el hacer, sin escuchar,...
Aquiles murió por una flecha en su zona más débil, el talón. Al parecer no debía conocer su vulnerabilidad. Una sola talonera habría bastado para salvar su vida.