El apego es el tipo de vínculo que establecemos desde bien pequeños con nuestras figuras de referencia. Normalmente papá y mamá.
Depende del tipo de relación que el niño establezca con sus padres, tendrá un desarrollo afectivo u otro.
Hay cuatro tipos de apego:
1. Apego seguro: Los padres atienden al niño y están disponibles.
2. Apego evitativo: Padres no disponibles.
3. Apego ansioso: Padres sobreprotectores y cambiantes.
4. Apego desorganizado: Familias con patologías de personalidad, maltrato, etc.
Las personas que trabajamos en clínica con adultos, siempre evaluamos el tipo de apego de la persona, ya que da mucho sentido a su forma de funcionar en la vida.
En el adulto, a grandes rasgos, se manifiesta de esta forma:
1. Apego seguro: Personas con buena autoestima y relaciones satisfactorias.
2. Apego evitativo: Personas que les cuesta entablar relaciones de confianza. Aparentemente pasan de todo, aunque es una defensa.
3. Apego ansioso: Personas con tendencia ansiosa y miedos.
4. Apego desorganizado: Personas normalmente con trastornos de personalidad o patología grave.
El 65% de las personas tienen apego seguro, así que tranquilidad. No obstante, es normal tener un poquito de seguro y un poquito de otro.
Si conoces tu tipo de apego, entenderás gran parte de tu comportamiento.
Pero los padres no son los únicos responsables, cuando crecemos seguimos trabajando el apego con otras figuras de referencia, por ejemplo nuestra pareja. Eso es guay, porque significa que puede cambiar y mejorar.
Esta teoría es mucho más compleja y mucho más chula, esto es sólo un resumen. La clave es conocer el tipo de apego que en su día desarrollaste con tus figuras principales, ayudará a conocerte.
Si te conoces, te entiendes.
Si te entiendes, no te juzgas.
Si no te juzgas, vives con más calma.
Y tú, ¿te reconoces con algún tipo de apego?
El apego