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La cabeza me va a mil


En cuanto me descuido se me va la pinza y mi cabeza se convierte en una noria. Dale y dale a las vueltas. No es que pensemos demasiado, es que pensamos mal.


La cosa es que buscamos no sufrir, pero machacándonos con el pensamiento acabamos sufriendo más.

Vale eso ya lo sé. Es inútil, lo paso mal, no gano nada preocupándome, bla bla bla. Pero... ¿hay algo que pueda hacer para controlar mi noria mental?

No hay píldoras mágicas, pero sí lucecitas que te ayudarán a gestionarlo mejor:

No pensar con cansancio (véase por la noche, los domingos o después de un día duro). Las cosas se ven peor realmente.

Haz hueco en tu agenda para tus pensamientos. Si de verdad es un tema que te preocupa, establece un momento concreto del día para pensarlo. Tal cual. Elígelo tú, no ellos. Si el pensamiento ya sabe que tiene hueco, no te dará tanto la murga.

Ver en qué punto no estoy siendo realista. Siempre, nunca, todos, nadie.

Ver si estoy jugando a los pitonisos. No vale anticipar situaciones, recuerda que se nos da fatal.

Focalizarme en las cosas concretas que yo puedo hacer ante ese problema. Todo lo incontrolable tiene una parte controlable.

Acabar con una conclusión: Voy a hacer esto o he de aprender a aceptarlo. Combinar el pensamiento con la acción nos aleja de la obsesión.

Ojo con las conversaciones. Desahogarse es genial, pero si se convierte en monotema, aumentan los pensamientos obsesivos.

Es imposible dejar de pensar, así que cambiemos de táctica. Aprendamos a pensar bien.


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