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Nadie es profeta en su tierra


Nadie es profeta en su tierra

«Nadie es profeta en su tierra» Mt 13:57.

A Jesús le entregaron los suyos, le mató su pueblo. Y no es que a nosotros nos pase lo mismo, pero también podemos sentir que los nuestros son los que menos nos escuchan, los que menos nos tienen en cuenta, incluso los que menos nos valoran.

A veces parece que en nuestra familia no nos toman tan en serio. Que a mi pareja, madre, hermano o quien sea, alguien le dice lo mismito que digo yo y lo recibe mejor. Cuando eso pasa me mueeeeero de rabia.

La otra cara de la moneda es que es fácil sacar en casa una versión godzilla de nosotros mismos que no sacamos fuera. También es injusto, ¿eh?

Y es que la familia, el hogar, es la cuna donde nos relajamos del qué dirán. Donde nos quitamos las máscaras. Es zona de confort, aunque a veces me sienta incómoda. Por eso, a veces nos permitimos “pasar” del otro, o no le escuchamos, o sacamos nuestra peor versión. No pensamos tanto las cosas, sólo nos dejamos llevar.

Entiendo que lo suyo es esforzarse para que esto no suceda tanto. Básicamente porque si la convivencia es mejor yo estoy mejor. Pero no olvidemos que cada uno formamos una pieza clave en esa familia.

Cuando te sientas así de invisible, recuerda que tu papel es imprescindible. Que eres influyente porque formas parte de ese sistema y que sin ti no sería lo mismo. Es un puzzle en el que cada pieza es importante.

A Jesús le entregaron los suyos, pero también cambió sus vidas. Al parecer sí fue imprescindible para ellos, ¿verdad?