Da mucha rabia ver cómo otra persona actúa de una manera diferente a como tú lo habrías hecho. A veces resulta incomprensible la forma de actuar de otros. Pensamos “yo no habría hecho eso”, incluso lo verbalizamos en discusiones, pero claro, tú no eres esa persona, es la cosa.
No se trata de excusar siempre la conducta ajena, unas veces actuamos bien y otras mal. De lo que sí se trata es de no pretender que el otro sea tú.
Por eso, exigir que sean como tú, que actúen como tú, que razonen como tú, es una tarea de lo más frustrante.
Lo curioso es que cuando asimilas que cada uno es como es, las relaciones mejoran, porque no te da la sensación de que los demás son idiotas, porque no exiges tanto, porque no te buscas a ti en los demás, porque te das cuenta de que no lo hace por fastidiar sino porque es así. En definitiva, vives con más paz.
Ella es ella.
Él es él.
Tú eres tú.