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Aprender a pedir


Ni yo soy pitonisa ni la otra persona lo es. Hasta ahí todo claro.


No negaremos que los gestos y detalles que vienen sin pedirlos hacen una ilusión inmensa. Pero si esperamos que esa sea la tónica general, hasta luego Maricarmen.

Aprender a pedir, con asertividad, es un súper avance en las relaciones personales. Nace de saber que el otro no tiene por qué ser siempre consciente de mis deseos. Acepta las limitaciones ajenas y por tanto las propias. No es una humillación, es empatía.

Y por poner la guinda, sabiendo qué pedir, sin pretender que el otro sea alguien que no es. Y sabiendo cómo pedir, con cariño, no con exigencia.

Desde hace tiempo, cuando llega mi cumple hago una lista de regalos que me harían ilusión y de restaurantes donde me gustaría ir. Oye, mano de santo, ¡y eso que me llevo!

Y tú ¿cómo llevas eso de pedir?